El conjunto laboulayense empató con Independiente de Ranqueles y se quedó con la «Copa La Pasión».
El diluvio, la adrenalina, el sufrimiento y cuantos de esos condimentos que nos regala el fútbol. De la noche de anoche, uno se iba a ir sonriente, y el otro decepcionado, porque así son las finales.
Central Córdoba empató en casa 1 a 1 ante Independiente de Ranqueles de Huinca Renancó y, tras el 2 a 0 a favor en la ida, se consagró Campeón del Torneo Interligas, Copa «La Pasión».
Lejos estuvo de ser una jornada tranquila. El primer factor a destacar es el climático. Llovió prácticamente todo el encuentro y las ráfagas remolineantes llevaban el agua y la pelota para todos lados.
El equipo visitante, que había mostrado una cara pálida en la ida, en esta ocasión se revistió de actitud y, a pesar de tener dos hombres menos, se ponía en ventaja promediando el segundo tiempo. A esa altura era un diluvio, y con más ganas que ideas, los huinquenses inquietaban. Pero como es normal en el fútbol, el que tenía la ventaja esperaba y salía de contra. «Andá que alguna te va a quedar», se escuchó por ahí, y a los 43 del segundo tiempo Tomás Blanco hizo una patriada por izquierda y anotó el 1 a 1 que desmoronó los sueños de la visita y le devolvió el alma a los locales.
Fue un 3 a 1 global, donde a las claras se vio que la diferencia la hizo Central en la ida, y después de tanto buscar y buscar ha podido levantar la Copa, en este caso la Copa «La Pasión».
No todo fue color de rosa
Es lamentable y repudiable el tener que contar que hubo algunos actos que empañaron el cotejo. Más allá de las temperaturas que se levanta ante la situación de disputa de una final, o el terreno embarrado que invita a dejar la patita un poco más; se vivieron varios momentos tensos de peleas entre los jugadores; jugadores con los árbitros, y finalmente jugadores con Dirigentes. El año empezó de esta manera (en la Superfinal), y al termino parece que es difícil cambiar las cosas, y ya ni las sanciones parecen hacer efecto.
Fotos: Delfi Soloa y Lu Aguilera